Fotos: cortesía.

Capri, Italia, gruta azulMarina Grande es el puerto de entrada a Capri desde Nápoles, Sorrento y otros pueblos de la Costa Amalfitana. De ahí parte el funicular hacia la Piazzeta, en un recorrido que permite admirar toda la belleza natural de la isla. Es importante tomar en cuenta que durante el invierno, debido al mal tiempo pueden suspenderse las corridas de ferris y aliscafos que la comunican con tierra firme. Pero una vez ahí, te invito a despojarte de la etiqueta de turista de la que hablaba Neruda y disfrutar del tranquilo ambiente que queda una vez que se marchan los últimos ferris cargados de visitantes que a diario llegan a esta isla de clima suave en el mar Tirreno —dentro del Mediterráneo—, para entonces degustar de ese “vino transparente como el agua, hijo único de las viñas de Capri” —que el poeta chileno alaba—, acompañado de una opípara cena de la cocina italiana o simplemente unas exquisitas aceitunas de la región, rodeado por un mágico ambiente.
Para disfrutar la isla vale la pena alojarse al menos una noche en alguno de los hoteles que ahí se encuentran y vivir la experiencia de sentarse tranquilamente en la terraza de uno de los cafés o de los elegantes restaurantes que rodean su plaza central, la Piazzeta, a paladear un limoncello tras caminar por sus estrechas calles empedradas.Capri, Italia, Gruta Azul Entre las visitas obligadas destaca el Palacio de Cerio, antiguo castillo de Juana I de Nápoles, en donde se puede conocer la interesante historia de Capri; también la Catedral de San Esteban, reconstruida en el siglo XVII, cuyos característicos farallones —cual centinelas— cuidan desde tiempos inmemoriales esta pequeña isla frente a Sorrento, cuya belleza quisieron poseer tantos pueblos que a lo largo de la historia invadieron. No hay que olvidar la Grotta Azzurra —gruta azul—, una maravilla natural de difícil acceso debido a que la marea sube y bloquea la entrada, que recibe su nombre por el intenso color azul que reflejan sus aguas. Hay que llegar ahí en un bote o lancha pequeña, pero es una oportunidad sin igual para bordear la isla y admirar sus acantilados.
El otro centro urbano es Anacapri, que conserva un estilo más natural y auténtico que Capri, entre olivos y viñedos; ahí se pueden visitar la Plaza Vittoria, su iglesia y la Villa San Miguel. Conocer la isla no requiere más de uno o dos días, y resulta un destino ideal para descansar y para disfrutar del placer de no hacer nada… algo para lo que Capri se pinta solo.

 

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