Imagen: Lacoste.
Un aniversario marcado por el regreso de Lacoste a París, que había estado desfilando 14 años consecutivos en Nueva York. Un testimonio imprescindible para el emblema de la elegancia francesa, el de su fundador René Lacoste, ganador de la Copa Davis de Tenis en 1927, cuyo carisma y creatividad impulsaron el ADN de la ropa deportiva —chic, cómoda, con movimiento e innovadora.
Un legado atemporal
Un guardarropa urbano de ropa deportiva y adaptado a los estilos de vida contemporáneos. Un estilo atemporal, visto de forma lúdica, para una nueva actitud, radiante y desenfadada.
Desde hace varias temporadas, el director creativo, Felipe Oliveira Baptista, ha colaborado con personalidades del ambiente artístico contemporáneo, dándoles la libertad de utilizar su creatividad para jugar con los elementos históricos de la marca y encontrar nuevas propuestas para crear las colecciones cápsula.
Los últimos invitados, hasta la fecha, son los artistas y diseñadores franceses Mathias Augustyniak y Michael Amzalag, de M/M (París).
Colaboraciones vanguardistas
El resultado es una colección que saldrá a la venta en noviembre de 2017, y algunas de las impresiones originales del verano de 2018.
Aquí, el uso del logotipo se repite sin cesar. Las siete letras de Lacoste que delinean al cocodrilo más famoso del mundo. Interpretado libremente, en acuarela, por Mathias Augustyniak, la mezcla de iconos —el cocodrilo, la pelota de tenis, polo y gafas— ofrecen una versión moderna de la Alta Costura.
Para celebrar la riqueza de la diversidad, Felipe Oliveira Baptista invita al cine francés, uno de sus primeros puntos de entrada a la cultura francesa.
La Colección Primavera-Verano 2018, inspirada en dos películas antagónicas de mediados de los años noventa, combina los códigos de la calle de la cinta El odio, (La Haine), de Mathieu Kassovitz con los códigos burgueses de la película El cuento de verano (Conte d’ete) de Eric Rohmer.
Un enfoque cinematográfico, una verdadera interferencia social. Cohabitación improbable. Sus mundos se enfrentan y se entrelazan para inventar nuevas actitudes, deconstruir y desviar los clásicos, anclarlos en su tiempo y preguntarse qué es lo formal, informal, deporte o deportivo.
Es la noción de juego que se impone aquí. Felipe Oliveira Baptista ya no toma el legado con tanta seriedad y mezcla humorísticamente los códigos “burgueses” con los deportivos adaptados a la calle. Recupera colores icónicos —marino 166, rojo 240, verde 132 y blanco 001. Redescubre los pasteles de Lacoste —azul niebla, rosa flameante y amarillo de los ochenta.
Una alegre mezcla de códigos
La marca del cocodrilo se estampa en las hebillas de un mocasín o sobre los botones dorados de un saco cortado en vellón. Diseñada para hombre y mujer, la pieza favorita de René Lacoste, un blazer de doble botonadura y el replanteamiento del legendario pantalón de cintura alta, con pliegues y dobladillos de los años treinta.
Transforma los zapatos náuticos en un corte de tacón bajo, envuelve la bolsa representativa de Lacoste con una cadena dorada y vuelve a lanzar un modelo de calzado deportivo de los años noventa.
Con el objetivo de lograr buenos resultados, los materiales técnicos y finos se mezclan en un mismo modelo a imagen de un rompevientos de nylon y ante.
Rompevientos, chamarras, conjuntos deportivos XXL con grandes yugos de colores vivos, uniformes de los años noventa, se renuevan en la versión de alta tecnología: materiales transpirables, tejido termosellado y tejido sin costura.
El seño de Felipe Oliveira Baptista, la prenda inteligente, de doble uso, elegante, camisa o cárdigan de punto entrelazado con una camiseta polo, cuyas mangas se unen, de manera elegante, sobre los hombros.
Se deslizan sobre cuerpos cincelados y dorados, los desnudan revelando un hombro aquí, unas atléticas piernas por allá, como si estuvieran saliendo de una crisálida.
El punto culminante de esta propuesta es la polo blanca, una obra maestra creada 85 años atrás, que tiene un segundo aire lejos de las canchas de tenis, y se presta a propuestas audaces. En hombres se utiliza de un tamaño sobredimensionado, sobre unos jeans o pantalones clásicos, pero con un ligero giro.