Pintorescas calles y sobradas bellezas naturales en este rincón turco.

Por Marisol Zimbrón / Fotos: Cortesía

kas, turquíaMultitud de vestigios de su rancio origen quedan para mostrar la importancia que esta ciudad tuvo en la época de los Licios (siglo I a. C.). Griegos, romanos, árabes y otomanos dejaron constancia de su paso por este enclave turco, cuyo transparente mar y excelente clima —de veranos cálidos y secos e inviernos templados y lluviosos— lo han convertido en un polo de atracción turística, a la que llegamos por carretera desde algunas ciudades de Turquía (Antalya, Mersin y Akyaka).

Recorramos juntos este poblado —alejado aún del turismo de masas— que sigue conservando un sabor auténtico y propio que imprime un encanto adicional a sus sobradas bellezas naturales.

Durante mi estancia en Kas, resultó una experiencia única presenciar un concierto de jazz en un teatro construido durante ¡el primer milenio antes de nuestra era! ya que sus buenas condiciones de conservación permiten su uso para diferentes representaciones durante el verano. Vale mucho la pena, por tanto, informarse acerca de este tipo de eventos culturales.

Una caminata por las pintorescas calles empedradas y estrechas, enmarcadas de flores, con interesantes tiendas de souvenirs, alfombras y artículos diversos, ubicadas en antiguas casas de madera y con acogedores restaurantes donde degustar la exquisita cocina turca y el pescado —protagonista de la cocina local—, nos conducirá a uno de los pocos monumentos que quedan con muestras de la escritura licia: la tumba de los leones (siglo IV).

Claro que quienes vienen a Kas lo hacen principalmente para disfrutar del maravilloso mar de aguas cristalinas, celestes y tranquilas como Little Pebble Beach, Big Pebble Beach y Kaputas, aunque también es un excelente punto de partida para embarcarse y visitar otros lugares de interés cercanos, como Kekova, una ciudad hundida hace 1900 años por un terremoto y, a través de las transparentes aguas, contemplar las ruinas de sus edificaciones; o navegar hasta la isla griega Meis (Kastelorizo, en griego) y, para los aficionados al buceo, disfrutar el espectacular fondo marino y la rica fauna del lugar.

Y de vuelta de este recorrido en barco, detenerse en el puerto de intensa actividad para disfrutar un intenso café turco en alguna de las múltiples cafeterías y terrazas, mientras el atardecer tiñe de carmín el paisaje de ese lugar que ha atraído a tantas culturas a lo largo de su historia.

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