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También conocida como “La ciudad roja o de los jardines” es una de las joyas de Marruecos, siendo la ciudad más visitada y de mayor fama del país. La Medina o recinto de la ciudad antigua, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es espectacular, llena de palacios, mezquitas, mercados y jardines, está rodeada por una gran muralla de arcilla y adobe de unos 10 metros y tiene unas impresionantes puertas de entrada, entre las que destaca la Puerta de Bab Agnaou. Se puede recorrer a pie o en una tradicional calesa y si quieres disfrutar de la auténtica esencia de la vieja y mágica ciudad debes alojarse en un “Riad”, que son antiguas casonas o palacetes árabes convertidas en hoteles, tradicionalmente de tres plantas con un patio central.
La Plaza Jamaa el Fna es el centro neurálgico de Marrakech, todas las rutas por la Medina terminan o empiezan en esta plaza. Durante el día se va transformando, cobrando vida y llenándose de gente ofreciendo interesantes espectáculos, encontrarás desde monos a encantadores de serpientes, vendedores de jugos naturales, puestos de comida, venta de baratijas y mucho ruido. Lo recomendable es sentarte a tomar la bebida local, un té de menta, en la terraza que hay en el piso superior de alguno de los bares y restaurantes que circundan la plaza, desde donde disfrutarás una de las mejores vistas panorámicas urbanas que te puede regalar el país.
La Mezquita Koutoubia sobresale desde cada rincón, es uno de los edificios más inconfundibles de la silueta de Marrakech, convirtiéndose su minarete en un punto de referencia con sus casi 70 metros de altura. Es la mezquita más importante y una de las más grandes del mundo árabe, aunque si no eres musulmán, tendrás prohibida la entrada, pero sí podrás contemplar la belleza exterior de esta construcción desde los jardines que la rodean.
Sin duda, un momento apasionante en la visita a Marrakech será un paseo por el gran Zoco que hay en la Medina, en estas callejuelas en las que continuamente te vas dando de codazos por la gran aglomeración de gente que se concentra, encontrarás la más variada oferta de productos. Si sabes buscar bien y regatear mejor podrás obtener verdaderas gangas. El ruido y sus astutos comerciantes son una experiencia que recomiendo y hasta cierto punto, es inevitable, ya que tendrás que atravesar muchas rutas por aquí para poder llegar a lugares como la Plaza de las Especias o la Madrasa Ben Yousseff.
Esta última es la escuela musulmana más grande de Marruecos. El patio central es espectacular con una increíble lámpara de hierro, los arcos y muros están decorados con azulejos de cedro, estuco y mármol hechos a mano. Fuera de la Medina, pero no menos atractivos, están los Jardines Botánicos Majorelle, vale la pena darse una vuelta. Es un oasis en mitad de Marrakesh, donde uno puede perderse durante horas, disfrutando de cada detalle en medio del característico azul brillante usado en gran parte de sus muros. Ahí mismo puedes visitar en Museo de arte islámico, además de comer algún platillo típico o simplemente refrescarte con alguna bebida.
También fuera de la Medina están las Tumbas Saadíes, ocultas tras una muralla, y a su vez varios edificios de la ciudad como la Mezquita de la Kasbah. Para entrar hay que cruzar un estrecho callejón y al final descubres un precioso complejo de jardines y tres salas con una decoración increíble, entre ellas destaca la sala de las Doce Columnas, la más famosa y espectacular. Estando por ahí cerca te puedes dar una vuelta por la Mellah, el antiguo barrio judío que aunque es actualmente una zona pobre de la ciudad cuyas callejuelas conservan su encanto, además de un zoco especializado en especias.