Cuenta la leyenda que cuando el escritor argentino Jorge Luis Borges celebraba un año más de vida, pedía escuchar a Roger Waters. En vez del tradicional canto de “¡Feliz cumpleaños!”, pedía que la aguja del tocadiscos tocara “The Wall”, de Pink Floyd. “Es una cosa de enorme fuerza; terrible, pero vital”, decía el argentino sobre esta obra maestra del rock.

“The Wall”, tan compleja como la vida de Waters, cuyos ladrillos fueron forjados de la cantera de su niñez. Perdió a su padre cuando tenía medio año de edad, en las trincheras italianas de la Segunda Guerra Mundial. Sentido de pérdida agravado al crecer sometido a un sistema educativo rígido, sin espacio para la espontaneidad. Asimismo, en casa le aguardaba una madre asfixiante y sobreprotectora.

Si creemos en los dioses de la música, ellos estaban interviniendo, rodeando a Rogers con un escenario épico y trágico, para que de esa arcilla de destrucción surgiera un corazón solitario, pero templado por los cañones que apuntaron al fascismo de Hitler que lo llevaron a buscar en su propia alforja sus armas. De ahí surgieron guitarra, papel y pluma, para con la alquimia mágica de la música fabricar esos ladrillos. Muchos se necesitaron para edificar esa pared.

Roger waters

Archivo Wreport

Antes de esa edificación icónica, con púas en sus orillas grises y graffiti en sus costados, que dividía y unía las costuras de la desmembrada Alemania de la post-guerra, la pared de Waters no significaba la división entre humanos, sino el muro que una persona se edifica para aislarse de los demás, cuando se siente que ha sido alienado y no pertenece a nada.

Rebelión y libertad

Hoy en día, Waters va con guitarra en hombro entre escenarios mundiales con “The Wall” como símbolo de rebelión y libertad. No debemos olvidar que todo comenzó con este hombre escuchando su tambor interno y sacando fuego de sus entrañas. Comenzó con uno de los escupitajos más famosos de la historia, cuando un impaciente Roger le arrojó su saliva a un fan en pleno concierto tras tanta insistencia de que entonara canciones de su Top Ten. El músico sabía que le debían respetar lo que él quería expresar ese día sobre el escenario.

“Ni siquiera sé si le acerté, espero que no”, contó un Waters apenado en una entrevista de 2011. El piensa que jamás debió haber caído en un acto violento, vulgar y de no retorno. El exabrupto era resultado de la forma visceral en que se relacionaba con su arte y con él mismo. Quien está enojado consigo mismo, puede terminar abofeteando al de enfrente.

Roger waters

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Los dioses de la música nunca han dejado solo a Waters, nacido en 1943 en Great Bookham, Surrey, Inglaterra. Su tiempo se cruzó con la revolución de The Beatles en Liverpool y el fuego entrecruzado de The Rolling Stones. Los oídos de Roger fueron también educados por el blues y el rock que emanaba de Estados Unidos, mientras que su decisión de volverse arquitecto le dio la oportunidad de conocer al baterista Nick Mason y al tecladista Richard Wright en el Regent Street Polytechnic. Luego se les sumaría el galante vocalista y guitarrista Syd Barret, un antiguo conocido de la preparatoria.

No era gratuito que Waters hubiera elegido ser arquitecto. Su mente estructurada fue alabada más de una vez durante su carrera y su forma de visualizar y conceptualizar música era única, concibiendo desde los cimientos de las notas, partiendo del lodo de sus imperfectas experiencias y levantando las partituras cual varillas y cemento que edificarían una de las bandas más sorprendentes que han rozado el cielo.

Tomando las riendas

Tras una nueva jugarreta del destino, en la que Syd Barret fue víctima de la psicodelia —con todo su ácido—, Waters tomó las riendas de Pink Floyd y los encaminó a una nueva era, ensamblada con discos como More (1969), Ummagumma (1969), Obscured by Clouds (1972) y su primera excusa para ser indultados The Dark Side of the Moon (1973).

Clasificados al inicio como rock espacial por impacientes críticos musicales, Waters y su banda se salieron con la suya, nadando en el rock progresivo, despojándose de sus inicios del rock psicodélico y abrazando el arte del rock, con su capacidad de transportar a la audiencia con largos solos de guitarrra, cual soliloquios musicales.

Roger waters

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El cine no podía pasar esto desapercibido y cuando “The Wall” salió a la luz en noviembre de 1979, Alan Parker estaba listo para llevar la ópera rock a la inmortalidad del celuloide. Ahí el actor y músico Bob Geldof, interpretaba a Pink, un joven con una autobiografía similar a la de Waters, cuyo grito de soledad ahora se empataba con una sociedad urgida de tumbar los muros físicos impuestos por los sistemas económicos.

Diez años más tarde, el Muro de Berlín cayó. El mundo estaba listo para una celebración épica y Waters (ya sin Pink Floyd, separados desde 1985) posó sus pies en tierra germana para entonar “The Wall”.

En 2005, el propio Geldof sirvió como instrumento para reunir a Waters con sus ex compañeros de Pink Floyd en el concierto de concientización de la pobreza Live 8, a entonar una vez más los ahora himnos que han hecho que cada acorde de Roger, cada rasgueo de esa guitarra y cada memoria que resuena en su interior, alcancen un sentido de trascendencia universal.

 

Sobre Roger Waters:

Roger waters

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+ Fue inducido al Salón de la Fama del Rock junto con sus compañeros de banda de Pink Floyd en 1996.

+ Waters acompaña su tono de voz de ópera con una guitarra eléctrica marca Martin y vestimenta oscura.

+ Un cerdo gigante flota sobre el escenario y público durante sus conciertos.

+ Cuatro matrimonios y cuatro divorcios: Judy Trim, Carolyn Christie, Pricilla Phillips, Laurie Durning. Waters tiene tres hijos: Harry Waters, India Waters y Jack Fletcher.

+ Cantó en beneficio de las víctimas del Tsunami en el 2004, al lado de Eric Clapton. Ese mismo año se manifestó contra la iniciativa de caza de mamíferos salvajes, Hunting Act. También ha sido vocero de Millenium Promise -educando sobre la malaria y advirtiendo de la pobreza extrema. Fue parte de la protesta para liberar a Chelsea Manning, en el escándalo de WikiLeaks.

 

 

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