Texto: Andoni Aldasoro / @andoni.aldasoro / Fotos: Blanco Colima
Aún es posible, sin hacer gran uso de la imaginación, percibir el viejo aire señorial del que gozó la colonia Roma desde que fue construida a principios del siglo XX, en especial si nos situamos en la esquina de Colina y Orizaba, frente a la casona que tras el terremoto de 1985 quedó abandonada, y que ahora, tras una profunda restauración, alberga Blanco Colima, cuya propuesta culinaria resulta más que interesante.
Blanco Colima es, obviamente, Blanco Colima, pero también es un conglomerado gastronómico. La hermosa construcción está dividida en varias áreas que ofrecen distintos ambientes. Lo primero que vemos es el Bar, situado en un gran patio, en donde se puede probar su coctelería de autor. Lázaro (de los chefs César de la Parra y Víctor Zárate), la propuesta que denominan fine-dining, es la opción saludable; pero también tienen un oyster bar llamado Belafonte, dirigido por el chef japonés Hiroshi Kawahito, que se jacta de tener la barra de ostras y otros mariscos comestibles más fresca de la zona. Sus productos están preparados a la usanza oriental. Sobra decir que hay algo para todos los paladares.
Recomendamos su propuesta marítima: las tostadas de atún, el tiradito de pulpo o la pesca del día preparada al carbón con puré de papa ligero y un sofrito de chícharo y habas. De postre podemos optar por algo del menú, o asomarnos a la vitrina de Le Macaron Boutique, conocida línea de alta repostería francesa.
Pero Blanco Colima también tiene su lado cultural, en este espacio se puede encontrar Dupuis, una marca de muebles de lujo con hechura nacional.
