La reinventada capital alemana, un atractivo ente vivo de cultura

Por Andoni Aldasoro / Fotos: cortesía

Cultura BerlínPuede ser al interior de la Galería Capitain Petzel, un complejo de la era soviética coronando la Frankfurter Allee, al este de Berlín, frente a una instalación conformada por cuatro coloridas sandalias, playeras intervenidas por la artista germana Natalie Czech; o ante uno de los muros pintados de Kreusberg, hogar de la comunidad turca, y semillero de varios de los artistas locales más respetados; o en el barrio universitario de Prenzlauer Berg, presenciando uno de los espectáculos que hacen del Mauerpark el escenario perfecto; al interior de un café, a la vuelta de la esquina, al salir del metro, en sus mercados de pulgas, la cultura en la capital de Alemania parece una gran mancha de Rorschach, viva y siempre en movimiento.

“No es precisamente Berlín una de las ciudades más hermosas del mundo, aunque sea una de las más grandes, puesto que el ornato exterior ha sido sacrificado a la eficiencia industrial y económica”, afirmaba aquel enigmático escritor llamado Antonio Ansuátegui, de quien sólo se conoce un libro, “existe en Berlín un espíritu sutil e indefinible que envuelve la ciudad, espíritu que yo nunca he visto captado por completo en los libros… Espíritu que se hubiera podido definir como una potencialidad desconocida y misteriosa”. A pesar de que en el inicio de su obra Los cien últimos días de Berlín no termine de definir este “espíritu”, todo quien ha podido visitar la capital alemana sabe, o tiene casi la certeza, de que se trata del aire cultural que reina en la ciudad.

Cultura Berlín

La elección de términos como “espíritu” y “mancha de Rorschach viviente” para definir la escena cultural en Berlín no es gratuita, y aunque sirvan para definir el estado de la escena, se quedan cortos a la hora de abarcar todas sus vertientes. Quizá podemos comenzar con el inicio, o el inicio de lo que podemos experimentar en cada visita a esta ciudad. Claramente la Segunda Guerra Mundial, acompañada de sus consecuencias visibles y palpables, y el hecho de que Alemania tuvo que reconstruirse anímica, física y culturalmente, significa que se convirtió en una sociedad más reflexiva. Mientras todas las sociedades occidentales están basadas en el éxito (si algo tiene éxito es algo exitoso), en Berlín la discusión radica en el significado de las cosas.

 

Por ésta y muchas otras cosas, Berlín se ha convertido en la capital internacional del arte contemporáneo. La remodelación del Museo de Arte Contemporáneo Hamburger Bahnhof, por ejemplo, convirtió una vieja nave industrial en un templo de arte, y esto confirma la intención de que el arte robe espacios a los edificios puramente manufactureros.

Los números son contundentes: Berlín es la casa de tres compañías de ópera, cuenta con más de 150 foros escénicos, más de 175 museos, alrededor de 300 galerías, 250 bibliotecas públicas, 130 salas cinematográficas, y un número siempre creciente de instituciones culturales de la naturaleza más variada. Como resultado de esto, no sorprende que la capital ofrezca aproximadamente 1,500 eventos diarios. El presupuesto de 500 millones de euros que son destinados al arte han convertido a Berlín en un destino cultural obligado a nivel global.

Tours, galerías y edificios como templos

Una inmersión total en la cultura de Berlín se antoja como una tarea imposible para el viajero ávido de conocer qué está pasando en esta ciudad, pero hay varias compañías que ofrecen tours por algunos de los vecindarios más representativos: Kreusberg, Prenzlauer Berg, Charlottenburg y Wilmersdorf, Mitte, Neukolln, y Friedrichshain; cada uno fiel a sus orígenes.

En el mapa de galerías, hay varias que merece la pena destacar, una de ellas es Galerie Crone, actualmente en espera de ser reinaugurada en abril de este año; o la Galerie Thomas Schulte, situada muy cerca del famoso Checkpoint Charlie en Friedrichstrasse; Sammlung Boros, un espacio que ocupa un viejo bunker de concreto que data de la época nazi que alberga en la actualidad una bien nutrida muestra de artistas emergentes de la ciudad; y recordando un pasado que muchos quisieran olvidar: la East Side Gallery, una larguísima pared-lienzo que muestra las pintas originales del lado este del muro de Berlín. Recientemente se incluyeron en este último obras más actuales, aquí se encuentra la icónica imagen del beso entre Brezhnev y Hönecker, realizada por el artista Dmitri Vrubel.

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En lo que a arquitectura se refiere, esta ciudad ofrece al visitante un menú por demás atractivo: el edificio de la Filarmónica de Berlín, diseñado por el alemán Hans Scharoun puede ser un buen punto de partida. Este inmueble de estética futurista reemplazó la antigua casa de la Filarmónica local cuando fue destruido durante un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial. Otra pieza destacable es la Neue National Gallery, edificio aparentemente simple creado en 1968 por Mies van der Rohe, que rompe con la idea tradicional de un museo con muros que lo rodeen, que oculten el interior.

En las calles de Berlín, donde aún se escuchan las voces de David Bowie, Iggy Pop y Nick Cave, convertidas ahora en ecos de otros auges, mezcladas con las melodías de los músicos callejeros, y la suave respiración que emite el río Spree, se respira un aire diferente. Si pudiéramos analizar científicamente el aire de Berlín quizá podríamos encontrar, haciendo alarde de creatividad, partículas de pintura en aerosol, esencia de notas musicales, aroma de los tablones de madera de los viejos escenarios, revuelto todo y dando forma a una agradable amalgama que extrañaremos al momento en que demos el primer paso para salir de aquí.

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